Siempre pensé que era una persona fuerte, que sabía distinguir entre quienes merecen la pena y quienes no. Estaba convencida de que nunca me dejaría engañar, que la confianza era para otro tipo de personas.
Siempre pensé que mi orgullo superaría todo lo que se pusiese en mi camino. Que nada ni nadie me harían cambiar de opinión. Pensaba que los sentimientos de los demás no interferirían en los míos.
Me creía ese tipo de personas de las que ayudan a todos pero ellas no
necesitan ayuda. Siempre supuse que llorar no estaba hecho para mi, que
eso era de débiles.
Pero entonces llegaste tú, y me dí cuenta de
que soy exactamente igual al resto. Porque todo el mundo quiera o no,
tiene su propia debilidad, y tú eres la mía.
Me gusta tu forma de pensar. Buen post!
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